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Articles by David H. Roper

El perro Dingo

Donde yo vivo, Harry Tupper es una leyenda de la pesca. En el Lago Henry, en la zona este del estado de Idaho, en los Estados Unidos, hay un lugar que lleva su nombre: «El agujero de Tupper».

Vigorosos y verdes

En el Salmo 92, el poeta comienza con un elogio a la alabanza: «Bueno es alabarte, oh Señor». ¿Bueno para qué? Bueno para ti y para mí. A nuestra alma le hace inmensamente bien alejarse de la ansiedad mental y llenar las jornadas con alabanza expresada en oración; recibir cada mañana elevando cánticos de gratitud, porque nos colma de alegría. Nos saca de la angustia y reemplaza nuestra tristeza con cánticos de gozo ante «las obras de [sus] manos» (v. 4). ¿Y cuál es esa obra? ¡La que el Señor está haciendo en nosotros!

Alas como de paloma

David suspiraba mientras decía: «¡Quién me diese alas como de paloma! Volaría yo, y descansaría» (Salmo 55:6). En mi caso, construiría una cabaña en medio de las montañas o me apostaría permanentemente en una torre de vigía. Cuando la vida me agobia, yo también anhelo salir volando y descansar.

Seis grados de separación

Hace 80 años, el autor húngaro Frigyes Karinthy escribió un cuento corto titulado Cadenas, donde presentaba la idea de que cualquier par de personas en el mundo estaban vinculadas a través de, a lo sumo, cinco conocidos. Actualmente, esta tesis ha resurgido y suele llamársela Seis grados de separación. Por supuesto, es una teoría aún no comprobada. Pero hay una dinámica que hace que nos relacionemos con otras personas alrededor del planeta: la sabiduría y la providencia de Dios que actúa a través de su Palabra para llevar a cabo la voluntad del Señor.

El príncipe de paz

Hace años, conocí a un joven que formaba parte de una banda de motociclistas. Había crecido en un campo misionero donde servían sus padres. Cuando su familia volvió a su país natal, él aparentemente no pudo adaptarse a ese entorno. Vivió una vida tumultuosa y murió en medio de una pelea callejera entre bandas rivales.

Ejercicio para la piedad

El Año Nuevo suele ser un momento cuando decidimos cuidarnos mejor: hacer ejercicio, comer correctamente y, tal vez, bajar algunos de los kilos que incorporamos durante las fiestas. Pablo dice: «… el ejercicio físico trae algún provecho…» (1 Timoteo 4:8 nvi); por eso, me esfuerzo para alcanzar la mejor condición física posible. Trato de comer más o menos lo correcto, aunque me encanta el pollo frito. Levanto pesas y camino, pero sé que mi cuerpo no va a seguir mucho tiempo en este mundo. Su fuerza está disminuyendo.

La yegua y su muchacho

Cuando tenía alrededor de cinco años, mi padre decidió que me hacía falta tener un caballo para que lo cuidara. Entonces, compró una vieja yegua zaina, la llevó a casa y me la regaló. La llamé Dixie.

¿Qué te daré?

Me han contado que las «historias sobre tres deseos» pertenecen a casi todas las culturas y siguen una idea similar: Aparece un benefactor y ofrece conceder tres deseos a un confiado beneficiario. Que estos cuentos se den con tanta frecuencia sugiere que todos queremos tener algo que no podemos conseguir por nuestros propios medios.

Compañero de viaje

Me encanta recorrer los pasos y los senderos de Idaho, en Estados Unidos, y disfrutar de su grandeza y pintoresca belleza. A menudo, recuerdo que estas caminatas simbolizan nuestra travesía espiritual, ya que la vida cristiana consiste simplemente en caminar con Jesús a nuestro lado como compañero y guía. Él recorrió los caminos de Israel de un extremo al otro, reuniendo a Sus discípulos y diciéndoles: «Venid en pos de mí» (Mateo 4:19).

Corderos que vadean

El escritor C. S. Lewis dice que los conceptos religiosos son como las sopas: algunas son espesas y otras son claras. Sin duda, hay conceptos «espesos» en la Biblia: misterios, sutilezas y complejidades que desafían las mentes más desarrolladas. Por ejemplo: «[Dios] de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece» (Romanos 9:18). Sin embargo, en el mismo volumen hay ideas que son nítidamente «claras»: simples, asequibles y fácilmente comprensibles. ¿Qué podría superar la sencillez de la cristalina declaración de 1 Juan 4:16: «Dios es amor»?